Cuando una madre de pelo liso (o alisado) se encuentra con una hija de pelo afro, muchas veces la sensación que le invade es de profunda desorientación. ¿No os ha pasado?
A mí sí. Mi hija nació con el pelo completamente liso y, poco a poco, se le fue rizando. A los dos años de edad, Aisha tenía el pelo completamente afro.
Yo no sabía peinarla, desenredarla ni conocía los productos que su pelo necesitaba. Tanto es así que se le empezaron a hacer rastas.
Ante esto, me entró el pánico, creí que jamás conseguiría desenredarla y que acabaría teniéndole o que dejar rastas o que afeitar la cabeza. Os juro que la sensación era de paralización, de bloqueo absoluto.
La gente comentaba sobre los enredones de mi hija y yo me sentía tremendamente mal por ser incapaz de ponerles remedio.
Al ver mi bloqueo ante el asunto, un amigo se decidió a echarme una mano. Se venía a casa, le lavaba el pelo y se lo desenredaba. Poco a poco fui aprendiendo y atreviéndome a hacerlo yo. Fui superando el bloqueo y siendo capaz de pasar a la acción.
A partir de aquí, me empecé a sentir capaz de actuar, de tratar de resolver yo la situación que se me planteaba como complicada.
Comencé a buscar información sobre cuidados del pelo afro, productos adecuados para niñas, peinados… Descubrí a la Negra Flor y a otras amigas de este colectivo.
Puse en marcha las habilidades que tenía disponibles: buscar información, contrastarla, adquirir productos, reflexionar sobre lo aprendido y pasar a la acción sobre el pelo de mi hija.
Logré identificar los productos que mejor le van a cabello de Aisha, encontré el lugar en el que adquirirlos, comencé a utilizarlos, a desenredar sin dolor y, después, me aventuré a hacer algunos peinados.
Y de pronto me sentí capaz de gestionar la situación, de resolver el problema y de hacerlo con éxito: era capaz de cuidar el pelo de mi hija yo sola, con autonomía, sin depender de otras personas para ello.
Todo esto significó para mí mucho más que una cuestión de cuidados del cabello. Me hizo sentir eficiente, capaz, creativa, independiente…
El hecho de haber resuelto la situación problemática con éxito me hizo percibirme como una persona eficaz, me motivó a conseguir otros logros, me supuso un baño de autoestima. Al fin y al cabo, me empoderó.
[pullquote width=”300″ float=”left”]Ahora, cada vez que desenredo y peino a mi hija me siento empoderada, entendiendo como empoderamiento el proceso a través del cual se refuerza la fortaleza (física, emocional, social y/o económica) de una persona para producir cambios positivos en sus vidas.[/pullquote]
Para mí, indiscutiblemente, el proceso asociado al cuidado del pelo afro de mi hija es empoderante.
Todo esto me hace reflexionar sobre el proceso opuesto, sobre lo desempoderante que debe ser el sentirte incapaz de cuidar tu pelo (o el de tus hijos).
Entendemos por desempoderamiento el proceso a través del cual una persona pierde de forma parcial o total su capacidad para tomar decisiones y actuar para lograr sus objetivos, implicando, a su vez, una reducción de su autoestima.
Creo que este desempoderamiento contribuye, entre otros factores, a que muchas mujeres opten por tratamientos dañinos para su cabello (alisados, por ejemplo).
[lightbox title=”LightboxTitle” url=”PageURL” width=”900″ height=”500″]Por ello considero esencial el empoderamiento de las mujeres afro asociado al cuidado del cabello como aspecto básico de la construcción de una identidad personal equilibrada y una autoestima positiva.[/lightbox]
En mi caso, el descubrimiento del trabajo de Desirée en el Diario de la Negra Flor fue un factor fundamental en mi proceso de transformación y empoderamiento asociado al cuidado del pelo afro de mi hija.
Y creo que gracias a este proceso propio de aprendizaje y empoderamiento que he iniciado, más adelante seré capaz de transmitirle mis conocimientos a mi hija y empoderarla a ella también a través de algo tan elemental como el cuidado de su propio cabello.