Estoy feliz de traerte la historia de Aurora y sus hijos en la sección Historias de las lectoras del blog. Siempre me gusta compartir estas historias contigo, y más cuando son de mamás que aprenden cada día a cuidar mejor del pelo de sus hijas, y a transmitirles amor por él.
No conozco a Aurora personalmente (todavía, pero todo se andará), y aún así le tengo un cariño muy grande. Me divierto mucho con ella y nos reímos un montón. Así que cuando le comenté si quería participar en la sección y me dijo que sí, me sentí muy feliz.
No me enrollo más. Te dejo con su testimonio.
La historia de Aurora y sus hijos
Hola!!!!!
Soy Aurora, mamá de dos fieras de 8 y 4 años que me tienen loca. Ángela es la mayor y nació en la R.D. de Congo; y Martín, de Malí.
Antes de tener a Ángela no tenía ni idea de la textura que tenía el pelo afro, así que mucho menos de cómo había que cuidarlo. Tampoco sabía absolutamente nada de la piel negra, de lo importante que es hidratarla a diario para mantenerla sana.
Supongo que muchas me leeréis y diréis: Pues como la piel blanca, no?. Y debe ser así, pero es que yo me lavaba el pelo y salía con él chorreando de casa, ya fuera verano o invierno, nunca me ponía crema en el cuerpo y de vez en cuando, en invierno, me ponía la primera crema hidratante que pillaba en el supermercado cuando me notaba la piel muy tirante… Vamos, que soy un auténtico desastre.
Cuando me asignaron a Ángela, viajé a por ella con lo que me recomendaron en la farmacia para el cuidado de un bebé: loción hidratante (para piel blanca), jabón lo más natural posible (para piel blanca) y champú para bebés (blancos).
Tras el primer baño, ya me di cuenta que aquello no funcionaba y que me había equivocado al suponer que lo que iba bien para mis sobrinos, iba bien para ella.
Así que nada más llegar a casa, empecé a buscar información y a ponerme las pilas.
Lo primero fue hablar con otras madres que habían adoptado antes que yo. Entre unas y otras, me lancé a la búsqueda del producto perfecto para su piel y su cabello y, después de mucho probar, he dado con lo que mejor le funciona, con una máxima: no utilizar nada con parabenos o con siliconas.
La historia con su pelo fue un poco más complicada. En aquel momento, aquí no había prácticamente nadie que me pudiera ayudar. Siempre podía acabar en una peluquería afro, claro, pero mi hija era un bebé y me parecía una barbaridad llevarla.
Así que me fui espabilando sola, buscando información en internet, y compartiendo experiencias con otras madres.
Una amiga, que también tenía una hija adoptada en Kinshasa, me comentó un día que estaba pensando abrir un foro para pelo afro. Había visto uno francés y decía que era chulísimo, que compartían un montón de recetas y de peinados y que pensaba que nos podía ir muy bien.
Así que la animé, lo abrió y poco a poco, gracias a la experiencia de otras madres más veteranas que se unieron, fui adquiriendo conocimientos y animándome a ir más allá.
Tardé bastante en hacerle unos simples moñitos. Me limitaba a desenredar una vez a la semana, en mojado y con mucho acondicionador, a peinar con los dedos cada mañana y a poner diademas.
Los primeros peinados me quedaron… horrorosos. Las separaciones me salían torcidas, los moños desiguales… pero poco a poco, fueron mejorando mucho.
Continué con trencitas, de dos y tres cabos, las decoré con snaps y con bolas de colores, hice peinados imposibles copiados de internet con gomas de las que se utilizan para los brackets…
Miré millones de tutoriales en youtube para aprender a hacer trenzas con lana o con pelo sintético. Practiqué con muñecas a las que dejé calvas en pocas semanas y me volví loca buscando el mejor material para trabajar.
Me uní a pedidos de cosas al extranjero, en los que me dejé más de un sueldo, de cepillos diseñados especialmente para pelo afro, de potingues para suavizar, hidratar y moldear… hasta que al final, igual que con la piel, encontré lo que mejor le iba. Aunque sigo probando cosas nuevas.
Creo que en el momento que le has pillado el truco, el pelo afro tiene muchas más ventajas que el pelo liso. Hay que lavarlo con menos frecuencia, los peinados pueden durar meses, es mucho más fácil de manejar que el pelo liso…
Es cierto que hacer extensiones lleva su tiempo, pero luego estás dos meses en los que, aparte de lavar e hidratar un poco a diario, no tienes que hacer mucho más. No tengo que estar por las mañanas desenredando y yendo (más) de culo para hacerle una trenza o ponerle unos clips.
Y, además de peinarla, yo también le corto el pelo cuando hay que sanear las puntas.
Me animé a hacerlo después de ver también un tutorial en youtube, aprovechando un día en el que le quitaba las trenzas y el pelo estaba “plano”. Como no me quedó mal, seguí haciéndolo, hasta que un día me dio la sensación que me había quedado fatal y decidí llevarla a una peluquería afro.
La experiencia no pudo ser peor… Lo primero que me hizo cuestionarme que estaba haciendo allí fue que, nada más entrar, las peluqueras me preguntaron porqué no le alisaba el pelo. Mi hija en aquel momento tenía 6 años y que me plantearan meterle un producto tan agresivo a esa edad, no me gustó nada.
Cuando la peluquera la sentó y se puso a cortarle el pelo… le dije si estaba segura de que era así se cortaba y se mosqueó bastante. Imaginad! Una blanca con pelos de bruja preguntándole a una profesional, acostumbrada a tratar con pelo afro toda su vida, si lo que hacía era lo correcto…
Bueno, pues no dudo que haya peinado a mucha gente con pelo afro y que sepa hacer trenzas espectaculares, pero de cortar el pelo, no tenía ni idea. No sólo era que no lo cortara en “redondo”, es que iba chafando y pelo que salía, tijera que metía.
El resultado es que una vez lo lavé y lo peiné, vi que había quedado a trasquilones y que el peinado era “a cepillo”. Es decir, largo por arriba, corto por los lados. Un desastre, vamos.
Así que nunca más he vuelto. Lo corto yo aunque me quede un poco desigual (otra ventaja, que no es tan obvio como en el pelo liso) y además, le ahorro los tirones que se llevó ese día.
Del niño también me ocupo. Le corto un par de veces al año, primero a tijera y luego le paso la moto para que le quede igualado. Y cada día, después del baño, le pongo un poco de manteca de karité en el pelo.
Ahora que Ángela va creciendo, hay cosas que no quiere que le haga. Los moñitos le parecen infantiles, así que intento hacerle un par de coletas y ya está. Le encanta que le haga extensiones de lana de colores y que sus compañeras le digan que ellas quieren llevar el pelo como ella.
Nos pasamos horas buscando ideas en internet, viendo videos (los tuyos peinando a tus hijas le encantan) y eligiendo colores nuevos para utilizar.
Y el mayor premio viene cuando cada vez que cambiamos de peinado y le pregunto que si a sus amigas les ha gustado, me mira y muy orgullosa me dice: siempre les tengo que explicar que no eres peluquera, mama. Y que todo lo que sabes, lo has aprendido en internet.
Ésta es la historia de Aurora y sus hijos, la historia de una mujer que a aprendido -y aprende todavía- a cuidar del pelo afro de sus hijos de una forma que la empodera, como nos explicaba Mónica en este post.
Si tú, como el resto de chicas que ya lo han hecho, quieres compartir tu historia en el blog, envíame un mail a con el asunto “Historias de las lectoras” y te explicaré qué tienes que hacer para que tu relato aparezca publicado en el blog, y las fotos en el y en el tablero de Pinterest.
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